jueves, 26 de junio de 2014

El guerrero y el mago (parte 7)

 —Es un gusto verte—saluda Apu Cápac al recién llegado luciendo genuinamente aliviado—. ¿Cómo nos encontraste?
—Este domo no es precisamente difícil de ver en medio de la noche—responde El Coronel mientras a su alrededor junta algunos pedazos de metal en pequeñas esferas. Entonces nota al batracio humanoide—. Wow, gente sapo, nunca lo habría pensado

La súbita aparición de aquel militar no ha tenido otro efecto en Manutak que hacerlo observar por un momento la escena, como evaluando al recién llegado. Tras un momento apunta violentamente con su báculo al militar con lo que varios de los soldados dan un salto poderoso para llegar a él. Por toda respuesta éste sólo hace un ademán que los para en pleno aire, inmóviles y debatiéndose colgando de sus cascos metálicos.

—Se ve que no sabes con quien lidias, amigo—comenta el militar con cierta indiferencia mientras lanza a los soldados de Manutak al centro del lago con un simple gesto—. Ahora, tú. —Señala a Manutak—. Tú no tienes metal. Bueno, supongo que tendré que encargarme de ti a la vieja escuela.

Manutak le lanza un rayo oscuro, pero Apu Cápac defiende a compañero, si bien este ya se había movido para esquivarlo al tiempo que lanza varios de los fragmentos de metal que tiene flotando cerca de sí a modo de grilletes. Logra sujeta al batracio hechicero por las muñecas y tobillos con lo que empieza tirar de él. Éste entonces se escuda de nuevo en su esfera oscura con lo que el metal se corroe casi inmediatamente.

—Tú tampoco sabes con quien te enfrentas humano—indica Manutak mientras con otro gesto hace avanzar al grupo de soldados más corpulentos del grupo—. Y verás por qué es mala idea luchar aquí.

Entonces el agua, donde todos han estado parados (o flotando en el caso del recién llegado) hasta ese momento, se eleva violentamente en varios torrentes de líquido oscuro que rodean a todos. El Coronel sólo atina a volar más alto, pero uno de los torrentes lo impacta y rodea. Por más que intenta romper el agua con violentos movimiento del metal que tiene a su alrededor esta se vuelve a cerrar sin darle la oportunidad de respirar, por lo que recurre a hacer una esfera hueca fuera del agua y luego meterla a toda prisa dentro donde la pone rápidamente alrededor de su cabeza a modo de rara burbuja de aire.

Apu Cápac por su lado se vuelve a rodear con energía dorada como la de su domo antes de sumirse en lo que parece una profunda meditación. El agua no parece poder tocarlo o hacerle real daño, pero se mueve con ella.

Aún en el sello Uros puede ver como el agua del lago sigue elevándose por sobre la superficie sin desbordarse. Parece una inmensa esfera de vidrio con varias figuras dentro que no se puede ver por lo turbia que es el agua.

—Tengo que ir… aunque pueda morir si dejo este sello—se dice a sí mismo—. Si no lo hago ahora, quizás ellos no sobrevivan.

Es en ese momento que el agua adquiere un brillo dorado y revienta como una burbuja, un verdadero torrente se precipita sobre el lago, desbordándose un poco por la orilla en la cual está Uros, pero sin llegar a él. De entre el agua salen en dos esferas Apu Cápac y el Coronel, quien ya se removió el improvisado casco de metal, ambos lucen ilesos si bien húmedos.

— ¿Qué pasó? —pregunta Uros al verlo—. ¿Dónde están los soldados y ese mago sapo?
—Se devolvió a su mundo—explica Apu Cápac—. Ordenó a los grandes a recoger a los otros y luego cruzaron al otro lado. Pero dudo que sea lo último de ellos, de seguro están por traer todo un ejército.
—Lo harán—dice El Coronel  mirando la superficie del agua—. Era un grupo de exploración. Querían evaluar las defensas que teníamos. Obviamente contra ustedes dos no iban a arriesgar a los mejores que tenían. Ahora que conoce de mi poder se seguro intentará algo diferente. Quizás debí matarlo.
—No es algo prudente, esto no debe expandirse más de lo que ya está—interviene Apu Cápac.
—Acéptalo, Perú—lo corta el militar—. No todo se puede resolver con diplomacia.
—Y no todo se debe resolver con violencia o asesinato—replica el aludido, por primera vez mostrando cierto enfado mezclado con preocupación.
—Claro que no, pero es necesario—termina de decir El Coronel—. A veces, debes de recurrir a la violencia.
—No es mi estilo—admite Apu Cápac.
—Entonces perderás.
—Muy bien, amigos, calmémonos un poco—interviene Uros—. ¿Cuál es el plan? ¿Qué hacemos cuando vengan?

Los otros dos se quedan en silencio un momento. Ambos mirando a la superficie del lago.

—Debo reponer algo de energía—dice Apu Cápac mientras se sienta en el piso como en postura de meditación—. Y luego aumentar las defensas, quizás pueda bloquear su entrada por unos momentos.
—Y establecer posiciones estratégicas y capturar recursos—responde a su vez El Coronel mientras se eleva un momento en el aire y atrae hacia sí todo el metal que este cerca. Algunos salen del agua como flechas y se unen en esferas grandes, algunas del tamaño de balones de futbol.
—Bien—dice Uros—Ehhh… ¿cuándo podré salir de este círculo?
—Apenas se haya borrado—le responde Apu Cápac aún meditando.

Uros le da un vistazo y nota que el círculo dorado está lentamente volviéndose menos brillante. No es capaz de determinar cuándo se apagará del todo, pero al alzar la mirada y ver a sus compañeros solo puede desear que sea pronto.
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Y con eso tenemos al Coronel finalmente en acción y vemos como su ideología es diferente a la de Apu Cápac. Quizás el hecho de que uno es un místico muy espiritual y el otro un militar que vivió épocas dificiles tiene algo que ver. Y con esto vemos que la primera ola de invasión ha fracasado. ¿Qué vendrá en la segunda ola? ¿Cuántas habrán?

Nos leemos...

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