A orillas del lago Titicaca, con el sol empezando a caer sobre las montañas y poniendo ligeramente naranja el cielo, Apu Cápac sigue curando a su compañero mientras este cuelga su celular.
—Chile viene en camino—dice mientras mira la pantalla de su dispositivo—. Quizás debería llamar a alguien más antes de que se agote la batería.
— ¿No la cargaste? —pregunta Apu Cápac algo sorprendido.
—Tú más que nadie debe saber que estas cosas gastan su batería muy rápido—responde Uros ondeando el aparato, luego lo mira—. Y sí, se acabó la batería.
Por toda respuesta el hechicero se pone en pie.
—Ya he curado lo peor—comenta mientras traza con su cayado un círculo en la tierra alrededor de su compañero.
—Entonces, ¿qué sigue?
Murmurando unas palabras y ondeando su cayado una vez ha terminado de trazar el círculo, Apu Cápac hace aparecer un sello de un brillante color dorado con la forma de un disco solar. Su luz intensa finalmente se vuelve ligera y estable. Uros luce impresionado por esto y a la vez más relajado.
—Procura no salir de allí hasta que termine la curación—aconseja Apu Cápac mientras camina a la orilla con su cayado levantado.
—No veo por qué lo haría—responde Uros desperezándose.
—Ponte cómodo. —Apu Cápac levanta un poco más su cayado, como quien busca sintonía en una radio—. Voy a contactar al resto.
—Antes de que lo hagas, ¿puedo preguntarte algo?
—Dime.
—Tú ves el futuro, ¿no? Entonces, seguro sabes si esto saldrá bien.
Apu Cápac se queda un momento en silencio antes de dar media vuelta y descender su cayado al piso.
—Yo no veo el futuro—admite con una sonrisa algo débil—. Yo adivino el futuro. Puedo ver las acciones, la secuencia de eventos, pero no el resultado final. Yo sólo puedo suponer que pasará lo mejor.
—Eso quiere decir que todo se resume a que logremos retener toda una invasión de otro mundo por nuestra cuenta.
—Descuida, no estaremos solos en esto. —Sonríe Apu Cápac.
Dicho esto, vuelve a levantar su cayado elevando la mirada hacia el sol. Uros puede ver como un haz de luz parece descender justo en donde su compañero está parado; el evento dura unos momentos, en los que parece estar completamente concentrado. Luego, tras un destello, éste vuelve a descender su cayado, se quita el sombrero con su otra mano y lo pone dentro de su poncho, aún cuando no pareciera posible hacerlo sin que sobresalga.
—Sólo pude contactar con algunos, pero vendrán—explica mientras llega a la orilla, en el inicio del camino de tierra que Uros hizo, en su poncho no se nota ningún bulto que indique que el sombrero esté ahí.
— ¿No podías traerlos directamente con un hechizo?
—Eso me dejaría poca magia para mantener el sello.
— ¿Mantenerlo? —pregunta Uros intrigado.
—Mira, está intentando entrar—le señala Apu Cápac mientras empieza a recorrer el camino.
Cuando llega al lugar donde conjuró el sello lunar, es evidente de que algo intenta pasar. En ese círculo en el agua el líquido está ligeramente elevado como si algo quisiera salir, pero no pudiera. El sello con el cuarto menguante de luna lentamente vuelve a aparecer, brillando cada vez más intenso.
—Están intentando cruzar. Si Manutak se percata de lo que he hecho, y sé que lo hará, entonces intentará romperlo. Trataré de ganar tiempo.
Apu Cápac levanta su cayado una vez más, sosteniéndolo con ambas manos. La madera toma un brillo dorado y, al mismo tiempo, sus ojos también. Y entonces, por sobre el sello de luna, manifiesta uno con forma de sol similar al que puso con Uros, sólo que más grande.
—Espero realmente que esto vaya a terminar bien—comenta Uros mientras con sus poderes forma un asiente de tierra dentro del sello de sol.
A varios kilómetros de allí, aún sobre territorio chileno, la gente se sorprende al ver como el cielo es aparentemente rasgado por un pequeño punto en el cielo. No faltan quienes toman fotos con sus cámaras al fenómeno ni quienes incluso intentan grabarlo.
Por sobre todos ellos, a El Coronel no le podría importar menos si la gente se ha percatado de quien es. Sigue en ruta hacia el conflicto que está por surgir.
Durante esos años en el servicio, tener la ovación de la gente fue impresionante, pero tras la caída de todo el militarismo, esas ovaciones se volvieron gritos y protestas.
Al menos esta vez hay algo por lo que vale la pena luchar.
De vuelta en el Titicaca, Apu Cápac sigue proyectando su sello solar sobre lo que ahora es una burbuja a medio formar en la superficie del agua. En el cielo el sol está ya empezando a meterse entre las montañas. El mago entonces empieza a retroceder por el camino de tierra.
Cuando el mago llega de nuevo a la orilla hace un ademán con su cayado y lanza el sello hacia el aire. La figura del sol choca con el hasta ese momento invisible domo de protección haciendo que brille y se revele con un tono dorado. Apu Cápac entonces lanza un rayo de lo que parece luz solar de su cayado y el domo se expande bastantes metros más.
—Está hecho—dice mientras cae de rodillas recuperando el aliento.
En ese momento, la superficie del agua revienta y varias figuras humanoides salen del agua.
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Y estamos a punto de iniciar con el combate. ¿Estarán todos listos?
Debo admitir que esta historia no fue pensada como una historia larga. Y no creo que lo sea, pero por momentos quisiera hacerla un poco más extensa. Aunque ya llegará su momento.
¿Quién ganará esta batalla?
Nos leemos...
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