Uros se limpia el polvo de su ropa mientras a su costado Apu Cápac expande un poco más el brillante domo, cubriendo ahora un área mucho más grande de la superficie del lago llenando más espacio de luz dorada. El Coronel, por otro lado, no está a ningún lugar visible.
— ¿Crees que hacer esto es lo correcto? —pregunta de pronto el mago mientras cesa su conjuración.
—Sabes que no soy un luchador, por eso lo llamé a él. —El manipulador de tierra se muestra algo indiferente—. No es precisamente agradable, pero él ha vivido muchas situaciones como estas.
—Es sólo que no creo que debamos empezar una guerra.
—La guerra ya ha empezado—interviene el mismo coronel mientras llega volando—. Y ellos la han buscado.
— ¿Y eso nos da el derecho a responder?
—A veces tienes que aprender cuándo luchar de vuelta, Perú.
—Y a veces tienes que aprender cuándo no, Coronel.
— ¿No pelear te ha servido de algo?
—Contra ti, ¿lo has olvidado?
El militar frunce un momento el ceño, pero no pierde la compostura. Se fija en la superficie del lago y se eleva en el aire nuevamente para flotar hasta el punto de ingreso entre mundo. Junto a él leva algunas esferas de metal levitando a su alrededor.
— ¿Listo para esto? —pregunta mientras convierte las esferas en diversidad de armas cortantes, lo que parecen pinzas y una maza.
—Con dudas, pero lo haré—responde Apu Cápac mientras nuevamente traza un camino de luz y avanza hacia donde está el militar.
—Esperen, les daré respaldo—dice Uros.
Con varios ademanes eleva varias capas de tierra y forma un aro que avanza hasta rodear la zona en la que El Coronel se encuentra.
—Interesante—comenta el Coronel ruidosamente—. Pensé que solo podías manipular tierra aún conectada al suelo.
—Pues si morimos, al menos tú lo harás sabiendo una cosa más.
—No vamos a morir—comenta Apu Cápac mientras apunta su báculo a la superficie del agua—. Todos estaremos bien.
—Eso espero—dice el militar mientras prepara sus armas— ¡AHORA!
Apu Cápac ondea su cayado abriendo en la superficie del agua un portal a lo que parece un cielo nocturno lleno de nubes tormentosas. Si bien resulta un espectáculo impresionante ver finalmente el otro lado de ese nexo entre mundo, a pesar de los truenos y relámpagos que inundan el ambiente, saben que no deben detenerse. Tras unos segundos de mirar la vista, Apu Cápac avanza hacia el borde.
Desde el otro lado nadie parece estar viendo o haber notado la apertura del portal. Lo cual extraña al mago, sin embargo, es rápidamente evidente el porqué de esto cuando es distraído por un relámpago que ilumina lo que parece un edificio a la distancia. A la luz de más relámpagos se puede percibir que es un edificio con señas de un bombardeo reciente. Luego se da cuenta que mucho del ruido no es sólo relámpagos sino también disparos y gritos.
—Hay más en juego de lo que nos dijeron—comenta el mago.
— ¿A qué te refieres?
Apu Cápac entonces se lanza al portal. A pesar de las protestas de sus compañeros. El aire al otro lado de pronto se vuelve más denso y viciado. Se lanza un hechizo protector a su alrededor. En efecto, el lugar donde se encuentra parece ser un lago artificial creado con apenas unos 50 metros de diámetro. Rodeando todo están los remanentes de vallas y tecnología. Los relámpagos iluminan no muy lejos de allí un campo de batalla con grupos de soldados atacándose hasta que un par de relámpagos oscuros destrozan a uno de ellos. Apu Cápac puede distinguir a Manutak dirigiendo al otro grupo, no tiene dudas de que quizás la misma tormenta fue conjurada por él.
Entonces algo lo coge por la cintura, por un momento pensó que era un enemigo, pero era un pedazo de metal que El Coronel ha lanzado para sacarlo, lo cual en efecto pasa en cuestión de segundos. Apenas pasa de vuelta a su mundo lanza un rayo dorado hacia el portal en el agua, el cual llega hasta el cielo al otro lado y despeja las nubes, quitando los relámpagos del cielo. Sin embargo ni aún así es posible ver estrellas o la luna. Sin embargo, pronto se empiezan a oír voces. Y también una protesta de El Coronel.
— ¿Por qué hiciste eso? —pregunta mientras se oye la marcha de lo que parecen muchas personas.
—Ellos están peleando entre ellos, no todos están de acuerdo con invadir. Quizás aún podamos razonar.
—Bueno, eso llamará su atención—comenta Uros mientras atrae la tierra hacia sí.
—Todos tomen su posición—ordena El Coronel aún fastidiado—. Y no creo que vengan a charlar.
—Cerraré el portal entonces—dice Apu Cápac mientras vuelve a ondear su bastón y con lo que la ventana al otro mundo se cierra nuevamente para dejarlos una vez más aislados de ellos.
—Debiste aprovechar la situación y cerrar el portal del otro lado—comenta el Coronel.
—Están en un conflicto ellos mismos. Si ha gana el otro bando quizás podamos acordar algo menos extremo para todos.
—Lo dudo.
— ¿Por qué?
—Porque creo que les diste una razón para unirse—comenta El Coronel apuntando al lago.
La superficie del agua se agita y ahora sale lo que sólo puede definirse como una legión entera de soldados batracios. Todos vistiendo las mismas armaduras de combate, pero en lugar de cascos y armas metálicas parecen tener una protección de una fibra resistente y carecer de armas. Esto toma por sorpresa al Coronel quien al parecer intentaba manipularlos directamente usando el metal del cual ahora carecían.
—Bueno, a improvisar—se limita a decir mientras les arroja grandes piezas de metal que tenía dispersas en la orilla.
Uros no espera para lanzar grandes pedazos de tierra y rocas contra la oleada de soldados, estos saltan y extraen lo que parecen armas hechas con la misma fibra que sus cascos. Apu Cápac, por su lado, se limita a lanzar lo que parecen ataduras de energía, por lo que los soldados a la vanguardia son los primeros en caer a pesar de su superioridad numérica.
Pero entonces, de detrás de ellos emergen los mismos soldados robustos que antes habían ayudado a Manutak a llevar al resto de vuelta a su mundo. Estos guerreros más imponentes se retiran los cascos revelando unas robustas caras de batracios humanoides, algunos incluso tienen cicatrices. Todos aspiran aire por su boca rápidamente y, antes de que cualquiera pueda reaccionar, liberan un bramido tan fuerte y poderoso que manda a volar a sus propios compañeros frente a ellos.
El impacto sónico incapacita a El Coronel y a Uros, pero Apu Cápac se apresura en escudarlos con uno de sus hechizos protectores antes de que reciban más daño. Las oleadas de soldados batracio no cesan y ellos pronto se ven superados en número.
— ¿Alguna idea? —pregunta el mago mientras expande sus barreras para repeler ataques y evitar que ataquen a sus compañeros.
La respuesta, no obstante, no llega de ellos.
—Pueden empezar por rendirse—dice Manutak mientras sus soldados abren paso para él—. Esto se acabó. Hemos ganado.
========================================================
Y aquí la siguiente parte. Tenemos un vistazo del mundo de los batracios. Y si bien es posible que Manutak hubiera invocado esa tormenta, lo cierto es que el cielo tampoco está muy limpio que digamos.
Como él mismo dijo, es un mundo llevado al límite. Y un mundo así se llena de gente desesperada. Pero quizás la intención de Manutak no sea la más noble tampoco.
Nos leemos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario