viernes, 18 de julio de 2014

El guerrero y el mago (parte 10)

El Coronel es el primero en reaccionar de entre todos. En un rápido ademán lanza, de entre sus creaciones metálicas orbitándole, una vara de metal contra Manutak al tiempo que usa el mazo para golpear a los soldados que están cerca. El hechicero batracio de inmediato crea un escudo de energía oscura que repele la varilla sin problemas, pero el mazo llega al siguiente momento, impactando tan fuerte que lo hace retroceder un poco.

—Impresionante, simio—dice el hechicero batracio mientras le apunta con su báculo—. Serás el primero en caer.
—Después de ti, sapo—responde el aludido mientras golpea una vez más con su mazo haciéndole perder al hechicero la concentración por un momento.

Los soldados de Manutak restantes saltan en ese momento contra El Coronel, algunos extraen unos cuchillos militares de lo que parece cerámica, otros disparan sus lenguas para golpearlo o atraparlo, pero Uros levanta una muralla de tierra para defenderlo a tiempo.

En un momento, más y más soldados salen del agua y Manutak se pierde entre ellos mientras empieza a ondear su báculo. Apu Cápac interviene, pero ante la marejada de oponente se ve obligado a inmovilizar a varios soldados que intentan atacarlo. Incluso luego de esto varios intentan apilarse sobre él, lo que lo fuerza a desvanecerse en niebla.

—Oh, vamos, ¡pelea! —le grita su compañero militar mientras con pinzas de metal que ha formado coge a uno de los soldados y lo arroja contra un grupo—. ¡Estos sujetos quieren nuestro mundo y nuestras vidas!

Con un gesto divide las pinzas en dos, forma un par de largos mazos y empieza a golpear a diestra y siniestra a los batracios soldados al tiempo que sobrevuela por el lago intentando encontrar a Manutak. Su atención, sin embargo, es desviada cuando varios de ellos disparan sus lenguas sujetando sus extremidades. El tirón es fuerte, pero en un giro de sus piezas de metal corta las lenguas limpiamente. Alcanza entonces a ver a Manutak siendo escudado por sus corpulentos guardias antes de sumergirse en el agua. Cuando intenta avanza, sin embargo, más soldados salen del agua y lo atacan.

Uros, por su lado, está intentando mantener a los batracios en el agua elevando la tierra en murallas y manipulando el suelo para lanzarlos de vuelta. Sin embargo, no faltan los que saltan lo suficiente para llegar a él, uno hasta logra lanzar su lengua y cogerlo del cuello. Por suerte logra lanzar una roca contra su atacante y liberarse, pero al momento siguiente al menos media docena ha logrado saltar su muro. Sin muchas opciones opta por sumergirse en la tierra cuando estos llegan con sus cuchillos a atacarlo quedando estos confundidos por un momento. Entonces, el manipulador de tierra proyecta pilares sólidos del suelo para golpearlos. Tras esto emerge y eleva mucho más las murallas. Para luego impulsarse hacia el tope de esta y ver lo que está pasando. La niebla que conjuró Apu Cápac entonces se eleva con él. Uros sonríe al ver cómo pasa por su lado.

El Coronel, por su parte, sigue golpeando a cuantos oponentes puede, dejando a varios malheridos a su paso para llegar con los guardias de Manutak. Cuando finalmente llega con ellos, éstos hinchan sus gargantas, listos para lanzar el ataque de sonido anterior. Sin embargo, el militar sabe qué hacer ahora, se eleva rápidamente rompiendo la barrera del sonido, saliendo del domo en el proceso. La onda de impacto que esto genera deja a varios de los batracios aturdidos, los más cercanos hasta caen al suelo.

La niebla blanca de Apu Cápac empieza entonces a esparcirse sobre el lago y rodear a los soldados, los cuales parecen algo atemorizados, pero entonces Manutak aparece de entre sus corpulentos protectores manipulando agua de color oscuro que esparce en el ambiente mientras recita un hechizo, esto parece repeler en parte a la niebla blanca. Cuando termina su rezo esta brilla de un color púrpura intenso antes de expandirse en vapor oscuro que rodea toda el área dentro del domo dorado. Cuando impacta en las murallas que ha creado Uros, estas empiezan a disolverse en fango oscuro, con lo cual el manipulador de tierra se obligado a saltar al agua. El Coronel entonces intenta atacarlo una vez más con su mazo, pero el metal se oxida y desaparece rápidamente.

—Han perdido, ríndanse—croa Manutak mientras apunta al Coronel con su báculo—. Aún con los que has matado aquí, tenemos muchos refuerzos más en nuestro mundo.

El Coronel está por responder cuando una voz resuena en su oído. Se da cuenta que un ligero hilo de neblina blanca está rodeándolo.

Retrocede—parece decir la calmada e inconfundible voz de Apu Cápac.
— ¿Qué? —responde el militar en un susurro también.
Retirada táctica.

El Coronel entonces se fija en que el hilo de niebla blanca retrocede hasta donde cayó Uros y rápidamente la sigue, alejándose de Manutak quien parece interpretar esto como un intento de escape. Se limita a  dar media vuelta y congregar a sus soldados, de los cuales salen cada vez más del agua.

—La victoria es nuestra, camaradas—anuncia mientras avanza con sus guardias corpulentos rodeándolo—Acabemos con la escasa resistencia que queda.

El grupo marcha hasta llegar al punto donde la muralla de Uros se ha disuelto. Manutak lanza un hechizo al suelo solidificándolo para seguir su paso sin problemas junto a su ejército. Sin embargo cuando al menos dos batallones ya están en tierra se eleva una nube de polvo. Manutak ríe mientras ondea su cayado.

— ¿Creen que esto nos detendrá ahora? —comenta mientras un viento empieza a disipar el polvo.

El primero en ser revelado es el militar, flotando, ahora con más metal rodeándolo y tomando forma de sables y mazas.

—Bueno, adivina qué, sapo—dice El Coronel con un tono de ironía muy evidente—. Nosotros también tenemos refuerzos.

En efecto, muchas más figuras se revelan de entre el polvo. La primera es salir es una chica de unos 20 años de edad, tiene largo pelo negro y viste una chompa de lana y pantalones jean. A su lado otro joven vestido con terno, con camisa blanca desabotonada y sin corbata. Uno a uno, los héroes que han llegado se revelan para sorpresa de Manutak.

Cuando el polvo se ha disipado del todo, ambos grupos, de batracios y de humanos, están listos para lo que será la batalla decisiva.

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Y con esto se da pie a la batalla decisiva. El final se acerca y pronto veremos que tan peligrosos son los contricantes de ambos bandos.

Nos leemos...

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