Antes de que Uros pueda responder a la amenaza de los guardias de Manutak, Apu Cápac le hace un firme gesto para que se detenga.
—No
te preocupes amigo—le recalca firmemente mientras gira de nuevo a los
soldados portando armas—. Invadir no será una opción viable. Créanme, no
quieren empezar una guerra con nuestro mundo.
—No debe ser así, a
menos nos fuercen a ello—comenta Manutak con calma—. Sólo retire la
protección y déjennos entrar a su mundo. Luego, veremos si podemos o no
discutir términos.
—Me temo que no puedo permitirlo—responde Apu
Cápac con determinación—. Nuestro mundo también está sufriendo
sobrepoblación. No creo que puedan mantenerse juntas entre otras…
—Entonces
lo haré yo—lo interrumpe Manutak mientras en una de sus manos aparece
un cayado de madera con una gran punta nudosa—. Esto no es personal. Es
sólo nuestra supervivencia. —Gira hacia los dos soldados—. Disparen.
Los
guardias disparan de sus armas lo que, sin duda, son descargas de
plasma, lo cual explica que tengan cañones grandes. Apu Cápac logra
protegerse con un escudo de energía justo a tiempo tras lo cual procede a
lanzar de su cayado descargas de aire que les arrebatan a ambos
atacantes los rifles de las manos haciéndolas caer al agua.
Tras
presenciar todo esto, Uros decide no quedarse atrás, en un simple
movimiento de sus manos eleva tierra al nivel de la superficie del agua
creando un camino hacia su compañero y echa a correr hacia él. Manutak,
quien parecía a punto de hacer algo, se queda momentáneamente perplejo
por esta acción. Mientras Uros corre por el camino extrae dos pedazos de
tierra a sus pies y los usa como proyectiles para derribar a ambos
soldados.
— ¿Qué clase de magia es esa? —exclama Manutak evidentemente confundido mientras sus guardias caen cada cual a un lado suyo.
—No es magia—aclara Uros mientras eleva una roca inmensa por sobre su cabeza—. Es un poder.
Dicho
esto, con un ademán, lanza la roca contra el batracio humanoide. Éste
entonces adopta una expresión de rabia en su rostro antes de que sus
ojos se vuelvan completamente negros. La roca es impactada por un rayo
de energía negro que lanza del nudo de madera en su cayado y ésta
detiene su movimiento lentamente mientras, de a pocos, se reduce a polvo
negro creando una nube que Manutak usa para cubrirse a sí mismo y a sus
guardias.
—Eso no te…—empieza a decir Uros mientras intenta sacar más tierra.
Antes
de que termine de entre el humo oscuro saltan ambos guardias cada uno
empuñando lo que parece un cuchillo militar de un largo superior al que
usan los ejércitos estándar en el mundo humano. El controlador de tierra
intenta sacar algo para formar un escudo, pero nota que a sus pies el
camino que había creado se ha vuelto negro también, lo cual parece
impedir su control sobre este elemento.
— ¡Cuidado! —exclama Apu Cápac mientras se pone frente a él y crea una barrera de energía dorada.
Ambos
guardias chocan al mismo tiempo contra el escudo en un golpe sordo. Ni
siquiera llegan a rebotar cuando la barrera los envuelve a ambos y
quedan flotando en medio del aire como una extraña burbuja.
Entonces
el humo se concentra de nuevo en un solo punto, formando una esfera
negra. Esto deja a la vista a Manutak quien parece estar acabando de
concentrar un ataque con magia oscura en esa misma esfera. Uros se
percata de ello antes de que su compañero pueda, ocupado como está con
los guardias.
—Adiós, mago—comenta Manutak con una voz grave antes de disparar su hechizo.
—Cápac, ¡cuidado! —advierte Uros, quien incapaz de manipular la tierra negra solo atina a lanzarse en el camino del rayo.
Apu
Cápac logra lanzar a los guardias fuera del camino y crear un domo de
energía para proteger a su amigo pero cuando el rayo de magia oscura
impacta contra este, si bien parece detenerse un momento, lo atraviesa
finalmente impactando con Uros, quien ya se había puesto en posición
para defenderlo del ataque.
El impacto manda a volar a
Uros contra el mago y ambos por poco caen al agua. Apu Cápac por suerte
logra no solo mantener el equilibrio sino que lanza otra ráfaga de aire
contra Manutak antes de que este pueda intentar otro ataque. El batracio
humanoide salta varios metros hacia arriba para eludir el ataque y
mientras aún está en el aire usa su báculo para atraer hacia él a sus
guardias aún dentro de la burbuja del mago antes de zambullirse en el
agua. Apu Cápac corre hacia el lugar pero cuando llega el agua ya dejo
de agitarse con extraña rapidez. A pesar de estar inusualmente clara, no
se puede apreciar a nadie bajo ella.
—Han cruzado—comenta el mago—. Debo sellar la entrada.
Entonces
cierra los ojos antes de lanzar un golpe con su cayado al camino de
tierra oscura y tras un destello de luz dorado ésta vuelve a la
normalidad. Luego vuelve a abrir los ojos, los cuales se han vuelto
negros, y lanza un hechizo contra el agua en el punto donde Manutak se
zambulló. Un inmenso sello con una forma similar a un cuarto menguante
de luna hecho de energía púrpura oscura se traza algo burdamente antes
de desaparecer como humo. Apu Cápac se da media vuelta, sus ojos aún
emanando algo de energía oscura.
—Pensé que… ahhh…—alcanza a decir Uros—… no usabas magia negra…
—No
si no puedo evitarlo—dice Apu Cápac mientras camina hacia él. Sus ojos
ya de color normal—. Vamos te ayudaré. Debemos ir a la orilla.
El
mago ayuda al controlador de tierra a levantarse y ambos caminan algo
torpemente hacia la orilla donde el primero recuesta al segundo en una
piedra. Para entonces parece que por las venas del cuello de Uros
asciende un líquido oscuro, visible a través de su piel. Apu Cápac luce
preocupado, mientras le apunta con su cayado al pecho.
—Tengo buenas y malas noticias.
— ¿Puedes curarlo?
—Sí.
— ¿Pero va a doler un diablo?
—Sí.
— ¿Me dejará secuelas graves?
—No hasta donde sé.
—Entonces son buenas noticias.
El
mago no puede sino asombrarse de la calma con la que su compañero se
toma la situación. Pero se limita a empezar el proceso de curación.
—Lamento no haber podido… oh, caray… esto realmente…—se queja Uros de pronto—. Lamento no haber sido de ayuda.
—Descuida,
estarás bien—lo calma Apu Cápac—. Y Manutak se dio cuenta de cómo
anular tu poder. Es lo primero que hacen los magos. Buscar el control.
—Hablando de ello. Ah... ¿Cuánto durará tu sello?
—No mucho si él sabe cómo romperlo
—Debemos llamar refuerzos entonces.
—Lo sé, apenas termine con tu curación debo de contactar al resto.
—De
todos modos no soy… ah, demonios…—vuelve a quejarse el controlador de
tierra—. No soy un guerrero. Tendremos que llamar a uno.
Y
sólo entonces. Es cuando uno se da cuenta de que en tiempos de guerra
es mejor llamar a un guerrero que haya vivido en una toda su vida.
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La
invasión está por empezar. Y pronto entra... El Guerrero. Uros no es un
guerrero, al menos no uno a tiempo completo. Los invasores pronto
vendrán, y es momento de medidas interesantes.
Adelanto que toda la siguiente parte irá con el nuevo personaje por ingresar.
Nos leemos...
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