No, no es una historia que he creado es, en realidad, un pequeño análisis a cada uno de los video de la miniserie (incluso la llamaría Micro-Serie) Los Señores de la Guerra.
Creada previo al estreno del último juego de World of Warcraft, esta serie de videos nos aclaran el origen de cada uno de los jefes de la temida Horda de Hierro, un grupo de orcos que vienen de un pasado alterno luego de que uno de ellos (hijo de uno de los líderes) regresara a cambiar la historia, lo cual ha creado un mundo alterno, pero con la Horda buscando invadir el futuro usando armas y tecnología muy avanzadas para su época.
Dejando de lado ese confuso (y algo interesante para un mundo de fantasía épica) punto de lado, empezamos con el que, en lo personal, es uno de mis relatos favoritos:
¡ALERTA DE SPOILERS! VEAN EL VIDEO (en serio, está aquí mismo y no dura más de seis minutos)
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Esta es mi historia favorita entre los Señores de Guerra, en serio. Tiene todo lo que me agrada de una historia. Primero, un protagonista que vive una vida difícil, y cómo no, es un esclavo. Lo vemos debatirse con el grillete en su mano izquierda para alcanzar una roca. Hace un esfuerzo tan grande, pero se nota lo dificil del acto. Se nota su impotencia y cólera. Debe haber otra salida.
Entonces se presenta la esperanza de una promesa. En este caso, matar a otros cien orcos en un combate en la arena en un torneo de gladiadores. Vemos al protagonista rompiéndose el alma para lograr el objetivo (aunque la animación lo hace ver como que le fue algo sencillo) y, contra todo pronóstico, logra superar el reto. Ha ganado su recompensa... y todo resulta ser mentira. ¡Giro inesperado! (Ok, no tan inesperado si sabes que los ogros son unos malditos que nunca cumplen su palabra).
Es lo que sucede en el clímax lo genial. ya habíamos visto en un inicio a Kargath luchar por agarrar esa roca, sabemos que está fuera de su alcance, pero es el momento de dar el todo por el todo. El orco no sólo logra agarrar la piedra sino que toma la determinación de nunca más ser un esclavo. Es entonces que se da cuenta de que la piedra no podrá romper el acero, pero sí destrozar la carne. Es un momento intenso y brillantemente representado sin mostrar demasiada sangre, sabemos lo que hace para liberarse y vemos el resultado final. Kargath es libre y apenas se pone en pie para retirarse, vemos a los demás orcos salir de la oscuridad, viéndolo, sin duda lo que acaban de presenciar es algo que nunca esperaron ver.
Kargath no sólo consigue su libertad sino la de todos sus compañeros. Todos destrozando sus manos para liberarse. Sé lo que pensarán: que después del tercer o cuarto orco que se hubo liberado no era necesario que el resto se cortara la mano. Pero luego noté que esa mano era el símbolo de su esclavitud, esa mano era la que tenían atada a los grilletes que los mantenían prisioneros. Cortándolas, desponjándose de ellas compraron su libertad y se aseguraron que no serían los esclavos de nadie.
Y eso, amigos, es un mensaje poderoso. Y tan sólo es el primer Señor de la Guerra. El segundo es una historia igual de intensa.
Nos leemos...
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